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La educación en la sociedad de la información


Desde sus orígenes, el ser humano ha ido transformando lo que le rodea, creando nuevas tecnologías que le permite avanzar en diferentes aspectos y que, generalmente, han tenido un gran impacto en sus condiciones o estilos de vida. Así, las nuevas tecnologías ha cambiado la forma que tiene el ser humano de desarrollar sus actividades, de relacionarse unos con otros, de establecer nuevas formas de intercambio, especialmente el intercambio de información. Por ejemplo, la propia creación del lenguaje o de la escritura se puede considerar como desarrollo tecnológico, ya que ha permitido almacenar y transmitir información que ha dado paso a nuevas formas de interacción humana y de reconfiguración de la economía, la política o la cultura en su totalidad. 

Hoy en día, y ya desde la segunda mitad del siglo XX, estamos experimentando otra transformación de la mano de las nuevas tecnologías y de la sociedad de la información. Ahora la información viaja más rápido, desde cualquier lugar, rompiendo las barreras del espacio y del tiempo que antes estaban más presentes. Esta digitalización de la sociedad conlleva una vez más una transformación de la misma. Cambia la manera en la que accedemos y compartimos el conocimiento, los hábitos y el pensamiento. Las nuevas tecnologías ya se han adherido muy rápidamente a todos los ámbitos sociales. Es por ello, que resulta interesante debatir sobre el impacto de las mismas dentro del espacio de la educación. Y es que, muchas profesiones hacen uso de estas nuevas tecnologías para su desarrollo y el mercado laboral se está realineando a partir de ellas. Sin embargo, parece que en la esfera de la educación esto sigue siendo un debate o una pregunta de la cual no se tiene una respuesta clara. 

Debido a que las TIC ya forman parte de la cultura, debe ser algo natural incluirlas en la educación. Todos estamos conectados a través de nuestros dispositivos, pero parece que al entrar al aula hay un corte con la tecnología. Muchos jóvenes se autogestionan sus redes sociales, se mandan información o las utilizan para cuestiones de aprendizaje. Sin embargo, persiste la pregunta o el escepticismo de ¿por qué incluirlas en la enseñanza? 

Esto no quiere decir que la tecnología no haya penetrado ya en los sistemas educativos. Por ejemplo, en las universidades ya es muy frecuente encontrar bibliotecas completamente digitalizadas, aulas virtuales, bases de datos a las cuales acceder desde cualquier dispositivo electrónico y contenidos más audiovisuales, dejando atrás, aunque no por completo, la dinámica de los libros de texto, de las aulas llenas de alumnos que atienden a un profesor, de la educación tradicional, en resumidas cuentas.

Además, siempre aprendemos con otros, de otros y aprendemos con las tecnologías y también de ellas. Las tecnologías son producciones culturales y marcan épocas. Son herramientas de pensamiento, y cambian nuestra manera de aprender y de construir conocimiento. Hoy en día podemos estar conectados con otros alumnos y otros docentes, cualquier tema puede ser buscado en Internet y, así, aumentar el conocimiento. Podemos delegar ciertas funciones cognitivas en las tecnologías. Ya lo hacemos con la memoria, confiándosela al almacenamiento de información dentro de dispositivos tecnológicos. 

Las aulas ya no son las aulas tradicionales, revestidas de muros, ahora son más permeables, ya que todos seguimos conectados cuando llegamos a nuestros hogares, donde seguimos aprendiendo. Ahora existe la posibilidad de una interacción instantánea donde emisor y receptor pueden intercambiar sus papeles para el intercambio de información fluido. Si se piensa en las universidades, se crean nuevos espacios virtuales de aprendizaje donde puede haber una mayor colaboración y cooperación. 

Hay que tener en cuenta que ahora la formación debe prolongarse durante casi todo el ciclo vital, o al menos, durante la vida laboral de un individuo, debido a las grandes cantidades de información y de nuevos cambios que se generan. El actual mercado de trabajo ya está premiando a aquellas personas, frecuentemente catalogadas como “knowmads”, que dominan las nuevas tecnologías y que son capaces de llevar a cabo la resolución de problemas de manera creativa y colaborativa. 

De forma muy pausada, parece que las nuevas tecnologías también están afectado al ámbito universitario. Los profesores empiezan a adoptar un papel más de mediador en vez de la fuente de información principal. Los estudiantes pasan de ser receptores pasivos a actores activos en la búsqueda, el procesamiento y el análisis de la información. 

Además, los profesores también están en continuo aprendizaje, ya que pueden buscar con mucha facilidad las metodologías de otros profesores, pueden asistir a conferencias audiovisuales o crear redes de interacción dentro de su propia profesión. Del mismo modo, los estudiantes pueden traspasar las fronteras de su propia universidad y ponerse en contacto con alumnos y profesores de otras universidades para saciar sus inquietudes como nunca antes se podía hacer. 

No obstante, si tratamos de visualizar un aula universitaria de hoy en día en nuestras cabezas, quizá ésta no diste mucho de la que podían visualizar cuarenta años atrás. Sigue habiendo un profesor que imparte la clase como principal fuente de atención y sigue habiendo alumnos sentados en sus pupitres atendiendo y tomando apuntes de lo que el profesor está diciendo. Aún así, más arriba se ha constatado como la tecnología sí que ha irrumpido de alguna manera en la educación superior, el problema es que se confunde el fin con los medios. Utilizar la tecnología para las mismas prácticas educativas no fomenta el aprendizaje. 

Es por ello que resulta crucial que los modelos tradicionales de educación en la universidad dejen paso a otros más modernos, donde se tengan en cuenta la adquisición de habilidades digitales para poder crecer tanto personal como profesionalmente. El mundo es cada vez más global, por lo que saber trabajar en equipo, con una buena comunicación es fundamental. Hay que pensar tareas que interpelen, que involucren a la comunidad, desafíos de problemas prácticos que comprendan el uso de las TIC y que no sea un simple “copia y pega”. Hay que construir conocimiento, y tiene que ser mediado por los docentes. Hay que pensar en la cuestión sustantiva y epistemológica del conocimiento para discernir qué información es válida y cuál no. Hay que aprender cómo seleccionar información, cómo jerarquizarla y sintetizarla. 

Desde esta perspectiva, en este ensayo se deja claro que las nuevas tecnologías traen consigo un sinfín de potencialidades en la educación universitaria, pero hay que saber aprovecharlas bien y no caer en modelos educativos obsoletos. Es cierto que la tecnología no siempre puede tener todos los efectos positivos que se auguran en un primer momento. Puede ser que la tecnología en la educación personalice mucho más el aprendizaje y lo haga más creativo y cooperativo, pero también es cierto que se puede perder esa riqueza de la presencialidad en un aula, donde a través de los gestos también se recoge mucha información valiosa. 

De lo que se trata hoy en día es de saber aprovechar las nuevas tecnologías para adaptarse a un futuro, ya presente, en el que este tipo de habilidades son muy demandadas por el mercado laboral y se encuentran dentro de la vida cotidiana. Esto se ha puesto de manifiesto con la pandemia de Covid-19, que está acelerando la utilización del teletrabajo y de la teleformación. Las nuevas tecnologías suelen llegar para quedarse, y esa nueva revolución tecnológica no solo se va a quedar, sino que va a transformar el mundo tal y como lo conocemos. Hay que entender que, si no se hacen esfuerzos por tratar de incorporar estas tecnologías de la mejor manera posible a las escuelas y universidades, es muy probable que la actual brecha digital siga ensanchándose, pasando a ser uno de los grandes problemas sociales de la actualidad y el futuro próximo.

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