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Análisis de Black Mirror - Himno Nacional


La serie Black Mirror ha cautivado en muy poco tiempo a millones de espectadores, siempre impacientes por la publicación del siguiente episodio, o por el lanzamiento de la próxima temporada. Pero, ¿por qué tiene tanto éxito?, teniendo en cuenta que los espectadores afirman que no se sienten cómodos al verla, dejándoles una sensación agridulce al final de cada capítulo. Aunque parezca paradójico, esta es una de las grandes razones del éxito. El espectador acude a ver Black Mirror a modo de catarsis. Es una de las forma que elegimos para confrontar una realidad inminente, la cual no podemos comprender en su totalidad, caracterizada por las incertidumbres producidas por el progresos sin límites y la tecnología. 

Es por esta razón que el cine y las series se han convertido en un vehículo esencial para analizar y expresar nuestra cultura, volcando nuestras ilusiones, esperanzas o temores hacia un futuro completamente incierto. A continuación, analizaré el primer capítulo de Black Mirror, con el cual se entra de lleno en un ejercicio de proyección de las inquietudes de nuestras sociedades actuales y su relación con la tecnología y las redes sociales. 

El capítulo “Himno nacional” de la serie Black Mirror se ambienta en Reino Unido, donde el Primer Ministro, Michael Calow, se entera a primeras horas de la mañana que la princesa Susannah ha sido secuestrada y será ejecutada si no sigue cuidadosamente las instrucciones del secuestrador: el Primer Ministro deberá mantener relaciones sexuales con un cerdo, mientras se retransmite en directo a través de la televisión pública, antes de que lleguen las cuatro de la tarde. Cuando el vídeo con el comunicado del secuestrador es publicado en YouTube, y descargado masivamente, circulando por las redes sociales a nivel global, se crea un gabinete de crisis y se desencadena una trama vertiginosa, que involucra al mundo de la política, medios de comunicación y opinión pública, 

Este episodio nos muestra el nuevo paradigma comunicativo que ofrece Internet y las redes sociales, donde el ciclo informativo tradicional se ve totalmente trastocado, ya que ahora cualquier individuo, desde su dispositivo electrónico, puede crear contenido informativo e influir en la opinión pública. A continuación, se presentan algunas reflexiones sobre lo que este capítulo deja entrever sobre las consecuencias sociales de las nuevas tecnologías y las redes sociales. 

Para empezar, este capítulo plasma a la perfección el poder de las nuevas tecnologías en lo que a comunicación y opinión pública se refiere. En épocas anteriores, cuando estas tecnologías no habían penetrado en nuestras sociedades, las principales fuentes de información ciudadana eran los medios de comunicación tradicionales como la prensa, la TV o la radio. Estos son conocidos como red vertical de comunicación, ya que esta fluye de arriba hacia abajo, es decir, desde la directiva de los medios de comunicación, que decide lo que es noticia y lo que no, hacia la ciudadanía, que recibe dicha información, pasando por diversos filtros. 

Sin embargo, con la aparición de las nuevas tecnologías, este paradigma ha cambiado, ya que los ciudadanos ahora componen una red horizontal de comunicación a través de Internet y las redes sociales, donde comparten información al instante y desde cualquier punto del planeta. Los ciudadanos ya no son consumidores pasivos de información, sino que interactúan con ella, generando y moldeando la opinión pública. Esto queda plasmado en el capítulo por la difusión del vídeo del secuestro de la princesa Susannah a través de YouTube y otras redes sociales, como Facebook y Twitter, y como la ciudadanía y los medios de comunicación tradicionales van reaccionando al respecto. Existe una autocomunicación de masas, ya que hoy en día uno mismo puede crear el mensaje, definir a quiénes va dirigido e incluso abrir o cerrar sus fronteras a información de otros emisores. Esto rompe el poder del que gozaban los medios tradicionales y la comunicación deja de ser unidireccional para ser horizontal y multidireccional. 

Sin embargo, es curioso como estos nuevos medios de comunicación están estrechamente relacionados con los tradicionales, ya que, aunque hayan irrumpido con fuerza, los medios tradicionales siguen gozando de la legitimidad de la verdad. A través de Internet se comparten millones de historias y la información fluye sin parar, lo que a veces genera en el público cierto escepticismo sobre qué es lo que deberían creerse. En el capítulo se puede ver a varias personas que no se creen en primera instancia lo que el video refleja. De hecho, un personaje afirma que hasta que dicha noticia no parezca en la TV (medio de comunicación tradicional), no se creerá nada. 

Por otra parte, esta interrelación entre los medios de comunicación tradicionales e Internet también se puede observar en la forma que tienen los primeros de generar la noticias en la actualidad: se nutren de la información que encuentran en las redes sociales e Internet a través del periodismo ciudadano. Esto se muestra en una escena donde el jefe de uno de los principales canales de noticias se resiste a anunciar la inverosímil noticia, ya que lo ve como algo arriesgado y poco veraz, pero al percatarse de que todos lo demás canales nacionales ya lo están haciendo, no puede evitar publicar la noticia o supondría la marginalización de su canal, al no estar al día de lo que ocurre en el mundo. 

A través de este capítulo también queda reflejada la incapacidad del propio gobierno británico de hacer frente al impacto generado por el vídeo que el secuestrador cuelga en YouTube. Se observa que, a pesar de todos los intentos por censurar tanto el vídeo como los principales medios nacionales de comunicación, el vídeo se salta todos los filtros y en cuestión de minutos ya se ha hecho viral con millones de descargas, en parte debido a la autocomunicación de masas antes mencionada. Aquí se plasma otra característica de las consecuencias de las nuevas tecnologías: se puede modificar con mucha facilidad la agenda pública, y el poder informativo del cual gozaban las instituciones políticas se derrumba, haciendo casi imposible la censura de información. 

Hay que destacar también el espectáculo que se genera alrededor de un tema tan delicado como, en este caso ficticio, es el secuestro de una persona y el chantaje para su rescate, teniendo en cuenta lo que implica dicho chantaje. Este tipo de noticias parecen causar fascinación en la ciudadanía, dejando claro el poder de la imagen como fuente de información. Aunque se trate de algo obsceno, que pone en entredicho los límites de la moral, parece que gran parte del público no quiere perderse el acontecimiento (histórico), y se empieza a generar una opinión pública global, donde todo el mundo opina a través de las redes sociales. De esta manera, se desenmascara a una sociedad del espectáculo, donde el entretenimiento trasciende los demás temas. Y es que, en el capítulo se puede observar como todos están deseando que el Primer Ministro lleve a cabo la tarea que le pide el secuestrador, imbuidos por el morbo y diversión que les produciría observar esas imágenes. 

Como se ha indicado anteriormente, la posibilidad que ofrecen las redes sociales e Internet para compartir información, sea del tipo que sea, ha trastocado el paradigma comunicativo. Pero no solo eso, también ha hecho más evidente un fenómeno que ya surgió con la aparición de la televisión: el consumo de la realidad como ficción. A través de las imágenes que se pueden ver en la TV o en las redes sociales, se está confeccionando una hiperrealidad, donde cada vez se hace más difícil distinguir lo real de la fantasía o la ficción. El espectador no sabe de primera mano lo que la TV, los medios de comunicación o las redes sociales le muestran. El hecho de percibirlo como espectadores a través de una pantalla pudiera parecer como ver una película, ya que no tiene un efecto in situ, siendo real y ficticio al mismo tiempo. Es por ello también que, hoy en día, parece imperar un escepticismo ante cualquier noticia. Necesitamos saber que lo que estamos viendo es real y no se trata de un montaje. Sin embargo, esta tarea se hace muy difícil ya que se sabe que los niveles de desinformación, noticias falsas y posverdad no hacen más que aumentar, debido a la mezcla de la información instantánea, su viralización en Internet y el consumo de la realidad como espectáculo. 

La desinformación y el engaño pueden generar pérdida de confianza en los medios de comunicación y en las instituciones públicas y, más aún, cuando esta se ejerce desde el poder. En el capítulo, esto se pone de manifiesto cuando, desde el servicio secreto se pretende emitir ante la audiencia un video falso donde parecería que el Primer Ministro cumple los deseos del secuestrador (y de gran parte de la ciudadanía morbosa), manipulando tecnológicamente la imagen de un sustituto para que parezca el Primer Ministro. Todas estas reflexiones que suscita el capítulo “Himno nacional” deberían estar más presentes si se quiere avanzar de una forma segura por el sendero de las nuevas tecnologías e Internet que, si bien ofrecen muchas oportunidades y potencialidades, también esconden peligros que ponen en jaque la integridad de la opinión pública y las democracias cuando se utilizan para manipular a la sociedad. 


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